Contentamiento:
El camino a la verdadera felicidad
Sant Rajinder Singh Ji Maharaj
Hay un refrán que dice que: «la hierba siempre es más verde en el otro lado». Esto significa que siempre pensamos que lo que tienen los demás es mejor que lo que tenemos nosotros. También significa que siempre pensamos que nuestro vecino tiene más o es más feliz que nosotros. Al tiempo que pensamos de esa manera sobre nuestros vecinos, ellos también piensan de la misma manera sobre nosotros. Queremos lo que ellos tienen y ellos quieren lo que nosotros tenemos.
Vivir en un estado de inconformidad
El Señor Buda enseñó la lección de la ausencia de deseos. «No tengas deseos», decía. Los deseos nos llevan a un estado en el que siempre buscamos lo que no tenemos. Comenzamos a sentirnos infelices e insatisfechos mientras nuestros deseos no se cumplan. En este estado no podemos disfrutar realmente de lo que tenemos. Los deseos nos mantienen enfocados en lograr que se realicen y gastamos mucha energía tratando de alcanzarlos. Cada día que no los cumplimos es otro día de infelicidad para nosotros. Por lo tanto, la gente pasa sus vidas en este estado de inconformidad. Sólo cuando estamos contentos con lo que tenemos somos verdaderamente felices.
El secreto de los deseos radica en que no es el objeto que deseamos. Es la tendencia de la mente a estar siempre en un estado de deseo. Eso nos lleva a apegarnos a las cosas de este mundo. Nos distrae del verdadero propósito de nuestra vida humana: la comunión de nuestra alma con Dios. Esa es la única felicidad verdadera y duradera. Todos los demás deseos por las cosas de este mundo sólo conducen a la infelicidad porque nada es permanente aquí.
Aprender a controlar los deseos
Al final perdemos lo que es mundano debido a la separación, destrucción, decadencia o muerte. Incluso la gente que amamos no es permanente porque, o debemos dejar este mundo o ellos dejan el mundo a la hora de la muerte física.
Nada ni nadie en este mundo es duradero. Sólo nuestra alma y Dios son permanentes. Todo lo demás es una ilusión. Si dedicamos nuestro tiempo a buscar lo que no es permanente, podemos tenerlo por un tiempo, pero no sobrevivirá.
Esa misma cantidad de tiempo puede dedicarse a lograr la unión de nuestra alma con Dios. Sólo eso es una ganancia duradera. Con ella viene la paz eterna, la felicidad y la satisfacción.
Al vivir una vida de contentamiento, nos alegramos de todo lo que se nos presenta. Agradecemos al Señor por todo lo que nos envía y mantenemos nuestros pensamientos absortos en encontrar a Dios en nuestro interior. Disfrutamos el tiempo que podemos pasar en meditación, en hacer servicio a los demás y en amar a toda la humanidad. Nos alegra ver las sonrisas en los rostros de otros a los que hemos ayudado o les hemos mostrado alguna bondad. Sentimos una sensación de satisfacción al saber que hemos hecho lo mejor de cada día para ayudar a los demás, así como para ayudarnos a nosotros mismos a encontrar a Dios a través de la meditación.
Resolvamos desarrollar el contentamiento. Cultivemos el hábito de agradecer a Dios por todo lo que tenemos. Desarrollemos el control para eliminar los deseos. El estado más elevado es decir: «No mi voluntad, sino la tuya, oh Señor».